El valor estimativo de un  padre, incomparable

Te aturdes en la aureola de las letras; entornas los ojos para crear en personalísimas imaginaciones las ideas que te llegaron dándole vueltas y más vueltas para hacerlas más vívidas. Regresas de la historia y te amodorras en aquel sillón de madera entretejido de rombos el asiento de  petatillo de plástico.  

Regresas a tu mundo físico y te das cuenta que una criatura  no deja de juguetear en tu regazo con un libro de animalitos en la mano. Te  mira con esa mirada de solsticios que sólo ella sabe dar  y te pide con señas y un lenguaje que ella ha inventado para que la acompañes en sus aventuras fáunicas.

Percibe de pronto en el aire matutino la presencia de alguien que la consiente y la mima. Suelta las dobleteadas alas del libro y se va en picada en búsqueda del intruso. Se le hace invisible su contorno y todo lo que hay ahí. Sólo existe para ella un alguien.

Cuando lo ve se le cambia el rostro en una luna llena, la sonrisa se le cuaja en el rostro y en una interlocución que sólo ella entiende, dispara en retahíla  las ansiadas sílabas paternales:

—¡Pa¡ ¡Pa¡ ¡Pa¡ ¡Pa¡ ¡Pa¡

Danielita ha despertado, ya sabe lo que es ese valor estimativo por un padre, lo ha intuido, lo ha sentido, lo ha sangrado en su propia piel. Ella es lo que su padre es con ella.

¡7 de agosto de 2015.